Hablar de parateatralidad es hablar de todo aquello que, sin formar parte estrictamente del contenido dramático, complementa y transforma profundamente la experiencia escénica. Las acciones parateatrales —como la escenografía, el sonido, la música, la interacción con el público o determinadas propuestas de movimiento— no son simples añadidos ornamentales: enriquecen la narrativa, aumentan la inmersión del espectador y abren espacios de creatividad que pueden dar una nueva profundidad a la representación. Desde la creación y la programación artística, la parateatralidad se convierte en una herramienta fundamental. Nos permite pensar cómo los elementos visuales y sonoros no solo acompañan, sino que condicionan y expanden la experiencia de quien mira y escucha. Esta dimensión es especialmente relevante en contextos como el teatro callejero o el teatro experimental, donde a menudo las fronteras entre escena y realidad se diluyen, y donde la acción escénica se abre a formas de interacción e inmersión que van más allá del texto o del gesto dramático.