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Aresta propone transformar un ensemble de saxofones en interpretes, eliminando la presencia humana de la performance y convirtiéndose en instrumentos autónomos. Una serie de altavoces dispuestos en el interior de los tubos actúan como fuente sonora, y el instrumento, como cuerpo resonador que amplifica y filtra el sonido. Un centenar de LEDs ubicados en cada agujero del instrumento crean una gran coreografía lumínica sincronizada con la música, la cual es generada por el ordenador mediante procesos de composición algorítmica y el uso de una red neuronal. La pieza toma forma de instalación performativa cuestionando la necesidad de la presencia humana en escena y la posible obsolescencia del músico.
El trabajo de Marc Vilanova se sitúa en la intersección entre arte, ciencia y tecnología con un espíritu de innovación y gran interés en los nuevos medios. Sus piezas se han presentado en diferentes países de Asia, Europa y América.